A través de los diversos capítulos estudiados del libro “Democracia y Educación” de John Dewey, encontramos algunas ideas rectoras de su pensamiento. En el presente trabajo, vamos a tratar de mostrarlas de la manera en que nosotros, lectores del siglo XXI, las hemos percibido o entendido.
En general, subyace la idea de que hay que cambiar algunos patrones imperantes de la educación tradicional para ir en pos de una educación progresiva.
En ese sentido, vemos que Dewey nos presenta el concepto de dirección como algo deseable en la educación y a la vez opuesto al control o la guiatura. Igualmente no los define sobre dos planos inseparables: el enfoque y el orden. Esto quiere decir que hay que centrarse y tener equilibrio para acciones posteriores. El concepto de dirección nos lo es enmarcado dentro de los modos de dirección social y los resultados que se obtienen. Dewey habla de resultados físicos y morales y nos hace una importante distinción. El obtener resultados físicos no implica resultados morales, y por ende no un cambio de la conducta duradero y sincero.
La anterior diatriba nos lleva a una de las percepciones de Dewey (Dewey, 1995:39): “el medio fundamental de control no es personal, sino intelectual”. Con esto vemos que la persona o la fuerza no es la que se impone para provocar resultados. Es el encontrar correspondencias comunes y el tener objetos u objetivos compartidos para llegar a influenciar a las personas, se trata de un acto de trabajo mental.
El compartir o mantener intereses comunes es el método de control social porque de alguna manera, al estar en sintonía con los otros, permite influenciar el comportamiento. Esta idea nos lleva a la imitación y a la psicología social. Dewey se opone a la concepción de la imitación que tiene la psicología social, pues ella la ve como algo instintivo, mientras que para Dewey es simplemente que las personas somos análogas en estructura y por eso tendemos a imitar.
Ahora bien, Dewey no destierra completamente la imitación de su filosofía. Creemos que tiene una importancia considerable. Solo que el la maneja en otros términos. Habla de hábito, y considera que el hábito ha de conocerse, saber por qué se hace y estar consciente del sentido que él tiene para hablar de educación. Y el fin de la educación es la dirección interna, para ello se debe identificar los intereses para lograr la influencia.
Pero a veces los intereses son diversos, eso lo muestra Dewey en las condiciones del crecimiento. Para crecer hay que carecer de algo y hace estado se le llama inmadurez. Ahora el problema no es eso, sino la perspectiva como se ve. Normalmente, se juzga desde el punto de vista de los adultos y eso crea un desbalance. A la inmadurez se le junta la plasticidad como condiciones para crecer, es decir, la posibilidad de aprender.
El aprender nos lleva a ver los fines de la educación. De plano, Dewey nos dice que la educación no tiene fines, quienes tienen fines son los maestros o los padres. Y de hecho, no deja de tener razón, somos las personas que proveemos de sentidos las cosas y nos las cosas en sí mismas. Y critica ampliamente las diversas concepciones que existen sobre la educación. En ese sentido rechaza doctrinas pedagógicas en donde se ve la educación como preparación, desenvolvimiento, adiestramiento de una facultad o formación. En mayor o menor medida las concepciones mencionadas anteriormente, parecen tener sentido a posteriori y ven la educación a largo plazo. Se enfocan en el producto y no en el proceso. Para Dewey, la educación es ahora. La educación debe proporcionar y tener pleno sentido en el momento en que se da, en su propio desarrollo y realización.
Dewey se destaca como gran crítico y es por eso que vemos continuamente en sus textos un verbo fuerte. Como preámbulo a su teoría cuestiona tres concepciones de la educación. En primer lugar, la concepción platónica de la educación por tratar de descubrir y explotar las aptitudes de los individuos para luego clasificarlos en clases sociales. Obviamente, Platón respondía a los planteamientos de su época y Dewey a los de la suya y en las ideas de Platón no parece destacarse el carácter democrático sino la separación, por lo que Dewey va firmemente contra esta concepción. En segundo lugar, ataca el ideal individualista del siglo XVIII, momentos de la ilustración. Básicamente, porque aquí se recurre a la naturaleza y a la diversidad del talento individual. Pero esto es opuesto a lo que Dewey piensa, pues para él, dependemos de una organización social. En tercer lugar, cuestiona que la finalidad de la educación esté ligada a un objetivo institucional o del Estado para crear personas con eficacia social y así mantener el engranaje de un Estado. Se cuestiona la idea de la educación identificada con el estado nacional.
La anterior reflexión, nos lleva a presentar la concepción de lo que es un fin. Ya que en las teorías mencionadas la educación gira entorno a fines extrínsecos. Dewey nos presenta una amplia definición con respecto al fin y concluye, como habíamos mencionado previamente, que la educación no tiene fin en sí. Es fútil hablar de ello. Sin embargo, nos menciona las características de todo buen fin: basarse en las necesidades intrínsecas del individuo y en la cooperación, no la imposición.
Además pone la educación en contraste con la naturaleza como proveedora del fin, la eficacia social como fin y la cultura como fin y llega a la conclusión que los tres entran en conflicto con la educación. Pues, la educación no responde a un desarrollo espontáneo, no es una prestación de servicios externos, la educación es experiencia y tampoco debe responder al refinamiento del espíritu interno, caso del fin de la cultura, ya que la educación es una disposición a la socialización.
Por otra parte, Dewey maneja la creencia de que la educación también implica disciplina e interés. Porque no es que los seres humanos ya vienen con el espíritu y los estados mentales ya completos en sí. El trasfondo es que obtener el conocimiento y por tanto la educación implica trabajo, perseverancia, planificación, deseo y motivación entre otras cosas.
La gran teoría que vemos en Dewey es que la educación es experiencia, transformación constante de la experiencia. Sin embargo, en la escuela tradicional no se proveen suficientes situaciones para que los estudiantes experimenten, sino como bidones vacíos los estudiantes son llenados de datos y recortes de conocimiento, por lo tanto nuestro investigador dirige las críticas hacia esta situación. Dewey ve la experiencia como algo capital, al respecto veamos sus palabras: “Una onza de experiencia es mejor que una tonelada de teoría”. (Dewey, 1995:128)
A la experiencia, se une el pensar. Ve el pensar como la herramienta para determinar o sopesar el sentido de un hecho o acto que se ha realizado o va a realizarse. Es, en pocas palabras, un arma crítica para juzgar y analizar eventos. Ahora bien, en la escuela tradicional no se promueve el pensamiento, al contrario, se castra. Y es que en la escuela no se cultivan ni se promueven los hábitos de pensar. Esto implica, entonces, un gran problema para Dewey, porque según lo que colegimos de su propuesta el pensar es el método por lo tanto hay que cultivarlo para que éste tenga sentido. Dirijámonos a sus palabras para ver que nos dice respecto al método:
“El pensamiento es el método del aprender que emplea y recompensa el espíritu. Hablamos, bastante legítimamente, del modo de pensar; pero lo importante que hay que tener en cuenta sobre el método es que el pensar es el método, el método de la experiencia inteligente en el curso que ella toma” (Dewey, 1995:135)
Vemos en sus palabras que la definición de método incluye la unión de pensamiento y experiencia. Parece decirnos entonces, que no podemos disociar estos dos en la educación, idea opuesta a la realidad de su época y que de pronto, continúa vigente en nuestros días. Y es que aunque ha pasado casi un siglo de la aparición de la propuesta pedagógica de Dewey, la enseñanza a la que asistimos hoy en día se basa, principalmente, en pasar la información y en no crear espíritus pensantes y críticos.
Para concluir, queremos resaltar que algunas de las cosas que Dewey ataca, todavía son actuales y no podemos dejar de pensar que son pertinentes en nuestro tiempo. Al respecto, deseamos llamar la atención sobre los fines de la educación. La reflexión es que la educación no tiene fin en sí mismo, pero cuántos de nosotros no estudiamos porque queremos lograr un fin con la educación, por ejemplo. Llevando esta idea a un plano actual, podemos nombrar el momento que vive Venezuela en materia educativa, en donde la educación responde al plan e intereses políticos del gobierno de turno.
Bibliografía
- Dewey, J. (1995) Democracia y Educación. Ed. Morata, Madrid, 319 pp.
- http://es.wikipedia.org/wiki/John_Dewey
5 comentarios:
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